Crítica de “El escuadrón suicida”: La fiesta violenta de James Gunn
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Ya venía avisando James Gunn que Warner Bros le había dado una libertad creativa total, para crear su propio escuadrón suicida. Hasta tal punto, que la productora le dejaba matar al personaje que él quisiera. Ya, en sus continuos adelantos y promociones, se podía prever que esta especie de reboot, iba a respirar una atmósfera completamente diferente a la versión oscura e irrelevante de David Ayer. Y es que aunque el tono y la violencia excesiva tengan un omnipresente protagonismo, es en el tratamiento artístico y en la construcción narrativa capitular, donde esta misión se diferencia de cualquier otra superproducción del género.
Con uno de los mejores arranques que se recuerdan en el cine de superhéroes, El escuadrón suicida anticipa al espectador toda la esencia de muerte, derramamiento de sangre y humor negro que va a poder experimentar, en las siguientes dos horas de duración de metraje. Cuando termina su proyección, uno no puede evitar pensar que Margot Robbie ha nacido para ser Harley Quinn y que la relación construida entre sus personaje, merece con urgencia una secuela.
La maestría de domar la anarquía
Cómo El escuadrón suicida domina, los diferentes registros en los que se manejan sus personajes sin sacar al público del relato, dice mucho del sentido del equilibrio entre comedia y dramatismo dominado por el director. Una apuesta arriesgada que lleva al límite algunas secuencias, hasta el punto de retorcer a través de la incorreción política, todas esas situaciones donde se había sembrado cierta emoción y compasión.
A pesar de que en su visionado, el cometido de la banda liderada por Idris Elba pueda parecer algo descontrolada y anárquica, lo cierto es que aparecen elementos gráficos que se muestran como capitulares. Utilizando partes naturales de la escena, como puede ser la sangre, la arena o la suciedad en un retrete, James Gunn crea cartelas animadas integradas que ubican, tanto la dirección de la trama, como la línea temporal que maneja la película. De esta forma aparentemente sencilla, agarra las riendas y doma esa esencia descontrolada que desprenden las excéntricas personalidades del escuadrón y las situaciones que causan. Sin dejar de ser por supuesto, una maravillosa locura.
Una fiesta coloreada de placeres fantásticos, infantiles y viscerales que se sienten tan amenazadores, como la peor de las muertes cuando deben serlo y, sorprendentemente sensibles a la hora de evocar el fondo humano de unos criminales a los que queremos seguir viendo en el universo cinematográfico de Warner y DC cómics.